Discriminación de género: también en la economía.

En el día de la fecha, 19 de octubre del 2016, en Argentina se convoca por primera vez en toda su historia a un paro nacional de mujeres, que tiene como bandera diversos motivos, como así también llamados y pedidos a una sociedad que, a pesar de haber avanzado en algunos aspectos, todavía muestra demasiadas falencias en su intento de lograr una igualdad de género.

Las injusticias y diferencias atribuidas a una mera pertenencia a un grupo en particular, en este caso al de ser mujer, no se dan solo en los diversos planos cotidianos, sociales, culturales o políticos, sino también en distintos escenarios económicos.

En Argentina, por ejemplo, el desempleo alcanza un número mayor en mujeres que en hombres (10.5% versus 8.5% para septiembre del 2016 según cifras del INDEC). Otro de los problemas que se pueden observar, como afirman en una entrevista brindada a Página12 por las economistas del blog “Economía Feminista” (ver referencias), es la desigualdad en las licencias parentales o la escasa representación femenina en la dirigencia sindical, lo cual limita la posible existencia de reclamos o iniciativas por mejores condiciones laborales.

Desde el siglo pasado varios artículos académicos han evidenciado diferencias salariales explicadas solamente por una cuestión de género como así también disparidades en la formación educativa y en el  acceso a ámbitos académicos en carreras como medicina (Stanley y Jarrell 1998, Sawhill 1973, Antai y Antai 2016, Black y Brainerd 2004, Carr y otros 2003, Wright y Ermisch 1991, Hultin y Szulkin 1999, Esteve-Volart 2004).

La mayoría de estos estudios son empíricos y se refieren al análisis minucioso de distintas condiciones del mercado. No obstante, también se pueden encontrar algunos experimentos que testean estas hipótesis.

Para más de mil búsquedas de trabajo en Madrid se enviaron curriculums de distintos hombres y mujeres con iguales características para poder atribuir cualquier diferencia en el trato solo al género. A pesar de que en los llamados para concretar entrevistas no se identificaron diferencias sí se notó una segregación para los distintos puestos de trabajo, en una clara influencia de un determinado estereotipo y rol de la mujer (Escot, Fernández-Cornejo 2011).

En cuanto a avances, durante los últimos sesenta años la brecha entre participación laboral femenina y masculina se fue achicando.

Desde hace años que más del 95% de los hombres entre 25 y 54 años se considera dentro de la población económicamente activa en América Latina (esto es, se ofrece para trabajar, independientemente de si lo logra o no). No obstante, para la década del 60 solo 2 de cada 10 mujeres buscaba empleo. Con el correr de los años ese número aumentó y parecía observarse una convergencia, sin embargo, pese a que el porcentaje hoy en día está cerca del 60% (6 de cada 10 mujeres mayores a 25 y menores a 54 años son económicamente activas), en la última década se evidencia una caída en la velocidad de cierre de brecha. En efecto, este fenómeno es más acentuado en mujeres de bajo nivel educativo, que viven en zonas rurales, con niños o con cónyuges de bajos ingresos. Es decir, mientras que uno esperaría que con el tiempo las brechas se seguirían cerrando, las estadísticas de los últimos años encienden alarmas.

Los interrogantes que surgen a partir de este freno en la participación laboral femenina y sus eventuales respuestas están plasmados en un libro reciente de dos investigadorxs del CEDLAS, Leonardo Gasparini y Mariana Marchionni (2015).

Una de las hipótesis que se presentan es que debido al crecimiento económico que experimentó la región, que a su vez vino acompañado de mayor protección social, se produjo un impacto negativo en la decisión de las mujeres por salir a trabajar.

A pesar de ser una mera hipótesis y que no presenta evidencia determinante ni concluyente, la noticia del freno en la convergencia refleja un rol que posee la mujer en la sociedad: quedarse en casa. Así, la lucha contra la pobreza y contra la asignación de roles de la mujer en una sociedad se ponen en jaque, además de que se deben tener en cuenta los efectos negativos que tiene sobre la productividad el desempleo, por lo que se pone en peligro la posibilidad de ingresos autónomos en el futuro por parte de la mujer (Gasparini y Marchionni, 2015).

Esta falta de independencia económica puede terminar generando, en el futuro, una cadena difícil de romper para aquellas mujeres que, por violencia doméstica u otra razón, desean poner un freno a una relación que ya no funciona.

En definitiva, pese a los pequeños avances que se pudieron haber logrado en los últimos años, el camino a recorrer en la lucha por una igualdad de género en el terreno de la economía presenta, todavía, numerosos desafíos. Incluso, cuando uno puede llegar a pensar que el crecimiento económico solo trae buenas noticias, es necesario prestar atención a consecuencias inesperadas.

Por supuesto, esta nota se encargó de abordar solo algunos de los aspectos que surgen de observar la evidencia en el campo de la economía. Probablemente no existan mejoras sustanciales en la sociedad si no mejoramos cuestiones básicas y centrales, como la identificación de situaciones en la que existe, efectivamente, una discriminación hacia la mujer por su condición de mujer.

El camino es largo y necesario. Lo piden a gritos porque no les queda otra: ni una menos.

 

Referencias

Gasparini, L., & Marchionni, M. (2015). Bridging Gender Gaps? The Rise and Deceleration of Female Labor Force Participation in Latin America: An overview(No. 0185). CEDLAS, Universidad Nacional de La Plata.

Economía feminista – Blog de Mercedes D´Alessandro, Magalí Brosio, Violeta Guitart y Agurtzane Urrutia – http://w4000416.ferozo.com/las-ecofeminitas/

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-10841-2016-09-02.html

Albert, R., Escot, L., & Fernández-Cornejo, J. A. (2011). A field experiment to study sex and age discrimination in the Madrid labour market. The International Journal of Human Resource Management22(02), 351-375.

Stanley, T. D., & Jarrell, S. B. (1998). Gender wage discrimination bias? A meta-regression analysis. Journal of Human Resources, 947-973.

Sawhill, I. V. (1973). The economics of discrimination against women: some new findings. The Journal of Human Resources8(3), 383-396.

Antai, A. S., & Antai, B. (2016). Gender Disparity in Education, Employment and Access to Productive Resources as Deterrent to Economic Development.Journal of Public Administration and Governance6(3).

Black, S. E., & Brainerd, E. (2004). Importing equality? The impact of globalization on gender discrimination. Industrial & Labor Relations Review,57(4), 540-559.

Carr, P. L., Szalacha, L., Barnett, R., Caswell, C., & Inui, T. (2003). A” ton of feathers”: Gender discrimination in academic medical careers and how to manage it. Journal of Women’s Health12(10), 1009-1018.

Wright, R. E., & Ermisch, J. F. (1991). Gender discrimination in the British labour market: a reassessment. The Economic Journal101(406), 508-522.

Hultin, M., & Szulkin, R. (1999). Wages and unequal access to organizational power: An empirical test of gender discrimination. Administrative Science Quarterly44(3), 453-472.

Esteve-Volart, B. (2004). Gender discrimination and growth: Theory and evidence from India. Vol.

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