Pague los impuestos o lo hago pasar vergüenza

Por lo general relacionamos al término “multa” con pagar algún monto de dinero. Es un costo que debemos afrontar cuando infringimos una ley, por ejemplo. Por otra parte, cuando perdemos una apuesta muchas veces tenemos que cumplir con alguna “prenda”, que consiste básicamente en hacer algo que nos de vergüenza o nos genere pudor. ¿Y qué sucede si se combinan las dos como herramienta política impositiva?

Existe un nuevo interés en comenzar a castigar mediante la vergüenza a las infracciones legales. Por ejemplo, sucedía a menudo que en las manzanas de estos tipos con poca plata de Wall Street se producían fiestas nocturnas de buen descontrol que terminaban con funcionarios de alto rango meando en la vía pública. La policía los detenía y les aplicaban la multa económica pero, claro, a los tipos les hacía cosquillas en el bolsillo, hasta que comenzaron a publicar todas las mañanas en el diario de mayor llegada la lista con los empresarios que habían estado haciendo pichi en la vía pública la noche anterior, y a partir de allí las infracciones bajaron significativamente casi a cero: nadie quería aparecer en el diario al otro día.
A los defensores de este tipo de multa les encanta resaltar que es una práctica que ataca un valor moral y subjetivo que muchas veces vale más que lo que el dinero podría reemplazar (para este caso en particular, obvio, de gerentes de multinacionales).
En algunos lugares de India se aplica algo similar para lo que sería el cobro de impuestos por parte de la agencia que haría de AFIP. Al deudor lo visita un señor burocrático que le recuerda que debe plata. Si paga, todos contentos. Si no desea abonar, el señor hace una seña y de un auto se bajan con bombos y platillos para comentarles a todos los vecinos que el muchacho “X” es un deudor del Estado y que no cumple con su parte de impuestos.
La eficacia de esta política variará de acuerdo a las normas culturales de cada región en particular y al valor subjetivo que cada uno tenga por la supuesta vergüenza. Si en un pueblo está bien visto pasar los semáforos en rojo no tendría sentido ni efecto publicar en el diario el nombre de todos los infractores. Es más, en ese caso, les harías un favor, dado que quedarían bien ante sus pares.
En Estados Unidos el economista argentino Ricardo Pérez Truglia (UCLA) ,junto a Ugo Troiano (Universidad de Michigan), llevó a cabo un experimento para testear este tipo de hipótesis. En cada vecindario eligieron al azar a las personas que recibirían una carta en donde se les informaría del ranking de contribuyentes con mayores deudas municipales. Si la idea presente resultara ser eficaz, se debería observar que aquellos que deben y les llega la carta (y piensan que todos recibieron la misma carta con el mismo ranking) deberían pagar inmediatamente sus impuestos a fin de normalizar la situación.
Los resultados arrojan que solo aquellos que deben pocos montos optan por regularizar. Es decir, como deben muy poca plata se justifica pagar para evitar el costo de la vergüenza. Cuando la suma es más grande, ya no importa nada. No queda para nada claro que estos resultados sean replicables para otros países (discusión sobre la validez externa), dado que dependerá de cómo se vea por la sociedad “no pagar impuestos”. Si el evasor es visto como un genio de la vida que le esquiva al “monstruo del Estado”, la política probablemente no será exitosa.
En definitiva, existe un gran debate acerca del alcance de este tipo de práctica para mejorar el cumplimiento de las leyes. No solo sobre su funcionamiento, sino también sobre los límites éticos y los marcos legales para aplicarlas.

Referencias:
Perez-Truglia, R., & Troiano, U. (2015). Shaming Tax Delinquents: Theory and Evidence from a Field Experiment in the United States (No. w21264). National Bureau of Economic Research.

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