Sobre clasificaciones: ortodoxos, heterodoxos y paradigma dominante (I)

Economistas que predican distintas ideas acerca del rol del Estado, el esquema impositivo óptimo, las políticas monetarias preferibles o que postulan distintas alternativas y caminos para el desarrollo y el crecimiento económico pueden llegar a ser englobados dentro de una misma clasificación.

El caso se repite constantemente para los llamados  “heterodoxos”: economistas que parecieran no coincidir en nada son categorizados o se auto denominan como tales. ¿Qué es ser, entonces, un economista heterodoxo? ¿Y por ende, quiénes son los ortodoxos?

El debate es amplio y existen diversas posturas al respecto, por lo que resumir las categorizaciones en un solo artículo sería, además de una tarea difícil, algo injusto, por lo que esta primera entrega se centrará, principalmente, en la definición de lo que se denomina como mainstream y de lo que implica ser “ortodoxo” en esta ciencia.

Desde ya que la categorización de economistas en términos amplios abre desde el vamos a posibles confusiones y aparentes contradicciones, por lo que sería válido preguntarse para qué se busca resumir posturas e ideas en pocas palabras, si es que tantos problemas puede traer. Colander (2000), historiador del pensamiento económico y autor de diversos libros sobre la temática, ofrece una amplia gama de respuestas.

Una clasificación, postula, debe ser útil, es decir, debe poder resumir varios aspectos y características en pocos términos con el fin de ordenar lo extenso y amplio y a la vez dar información para aquellos que no son especialistas en la materia. Debe ser consistente (no puede significar distintas cosas para distintas personas), intuitiva, fácil de aprender, representar al contenido y no la ideología y también debe ser aceptada por aquél individuo al que se desea caracterizar. Es decir, si a Juancita la clasifico como heterodoxa pero ella se niega como tal entonces algo anda mal.

En un curso básico sobre historia del pensamiento económico, a medida que se analizan las teorías y aportes de economistas como Smith, Ricardo, Marshall, Vilfredo Pareto, Marx o Keynes se van categorizando distintas escuelas del pensamiento. Las diferencias entre economía clásica, neoclásica, marxista, keynesiana, austríaca, institucionalista, entre otras, parten desde los objetivos de estudio de cada una de ellas hasta la metodología y el enfoque empleados, entre otras cosas.

Como las opiniones y conclusiones se van separando cada vez más, podemos optar por recordar un nombre para cada una de ellas a costa de requerir una buena memoria y un claro estudio de las temáticas o por englobar dentro de pocos términos a todas las posibilidades, ganando por un lado comodidad y simpleza a la vez que perdemos claridad y damos lugar a las eventuales contradicciones.

Entre paréntesis, pareciera que la utilización de prefijos del tipo “post”o “neo” intentaría cumplir con la meta de ahorrar esfuerzo y memoria aunque surgen futuros problemas: ¿cómo llamamos a una eventual “nueva escuela neoclásica”? ¿neo-neo-clásica? La solución la buscará el futuro.

Un concepto clave para comprender mejor las distinciones es el de mainstream, o también llamado “paradigma dominante”.

Mainstream representa a aquellas ideas y metodologías que son avaladas por las revistas de publicación más prestigiosas y que se imparten desde las universidades de mayor estatus institucional e influencia (en su mayoría, estadounidenses, como Harvard, Chicago, MIT o Stanford). En pocas palabras, mainstream es sinónimo de influencia y prestigio.

El paradigma dominante es dinámico y va cambiando a lo largo del tiempo. Allí se imparte y se establece cuál es el enfoque “válido” para hacer economía, pero esto no implica que lo que ayer era mainstream hoy lo siga siendo, o que una teoría que hoy pueda ser deslegitimizada por la elite de la investigación y los/as distintos/as economistas no pueda convertirse en el día de mañana en lo dominante. Tal es el caso, por ejemplo, de la teoría keynesiana, que en un principio desafió al paradigma principal y con el tiempo se fue dando una conciliación, hasta tal punto que llegó a ser una rama central de enseñanza en las universidades mencionadas.

Lo observado en reiteradas ocasiones es que el cambio venga dado por alguien perteneciente a ese círculo de prestigio, o así lo ejemplifican los casos del ya mencionado Keynes o el de los economistas Arrow o Douglas North, en una suerte de “romper el sistema desde adentro”.

Es importante aclarar que dentro del mainstream pueden convivir distintas escuelas del pensamiento, siempre y cuando ambas sean influyentes y prestigiosas.

Dicho esto, podemos llegar a lo que se intentaba definir.

En economía, “ortodoxia” se define (o al menos existe un consenso por parte de varios historiadores), como la escuela dominante más reciente. En la actualidad, se identifica con esa definición a la escuela neoclásica, caracterizada por un enfoque que se centra en una modelización de los problemas económicos a través de agentes económicos representativos con plena información de lo que sucederá, cálculos marginales y nociones de equilibrio general, que aquí no nos detendremos a explicar por cuestiones de espacio (aunque también equilibrio parcial, dado el enfoque utilizado en su momento por uno de sus mayores exponentes, Marshall). El principal problema que intenta resolver esta corriente es la de la asignación de recursos económicos y escasos en un determinado momento del tiempo.

Sin embargo, también vemos que “ortodoxia” puede implicar muchas otras cosas según quién emplee el término. Ya sea en tono despectivo o para englobar a economistas que han estudiado o enseñado en universidades norteamericanas, para algunas personas ortodoxia puede ser sinónimo de predicación por libre mercado o defensa de la libre competencia. Sin embargo, con una rápida lectura en Wikipedia podemos notar que otras escuelas que rechazan cualquier intervención del Estado en la organización o administración de recursos lejos están de clasificarse como ortodoxias en la literatura, como sucede con la Escuela Austríaca (incluso englobada como heterodoxa, definición para la próxima entrega), por lo que ortodoxia no debería estar asociado a ninguna postulación acerca de, por ejemplo, el rol del Estado.

Suele asociarse también a ortodoxia con paradigma dominante, sin embargo, mainstream y ortodoxia no son lo mismo. Si así lo fueran, deberíamos sacar de la categoría mainstream a economistas como Stiglitz, Romer, Card o Akerlof, quienes optaron por enfoques que difieren de lo que se predica en la corriente económica neoclásica. Sin embargo, son nombres que se encuentran dentro de los economistas más respetados e influyentes de ámbito académico, siendo muchos de ellos ganadores del Premio Nobel de Economía.

Para ordenarnos en la explicación, ortodoxia hace referencia a aquellos economistas que utilizan un enfoque neoclásico, el cual pertenece al paradigma dominante (mainstream), pero junto a nuevos enfoques. Es decir, el grupo de economistas ortodoxos es un subconjunto del grupo de economistas del mainstream. Un economista ortodoxo pertenece al paradigma dominante, pero un economista del mainstream no necesariamente es ortodoxo (neoclásico), por lo que con esta aclaración podemos permitir tener en el grupo más grande a economistas como Douglas North, Stiglitz o Akerlof.

Finalmente, queda para el próximo post postular qué es ser economista heterodoxo [SPOILER ALERT: será difícil]. Esta definición es una de las más controvertidas y difíciles de concebir, dada la variedad de pensamientos e ideologías que pueden convivir en ella.

Como adelanto, y siguiendo a Colander, tendremos dos alternativas: definir a heterodoxia de manera positiva o negativa. Si optamos por la primera, deberíamos definir (como se hizo con la escuela neoclásica) las características que debe cumplir un economista para ser englobado en la categoría. Si optamos por la negación, podemos definir a heterodoxo como opuesto a ortodoxo o a mainstream.

Ampliaremos.

 

Referencias:

Dequech, David 2007. “Neoclassical, mainstream, orthodox, and heterodox economics,” Journal of Post Keynesian Economics, 30(2): 279-302.

Colander, D. (2000). The death of neoclassical economics. Journal of the History of Economic Thought22(2), 127-143.

 

 

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