Vamo a calmarno: no cerremos facebook

El día martes salió publicado, en los diarios Clarín y LaNación, un artículo que contaba que, según un estudio del Instituto Real de Tecnología de Melbourne (Australia), los adolescentes que pasaban más horas frente a juegos de computadora tenían mejor perfomance y desempeño en pruebas académicas que los que usaban su tiempo en redes sociales, como Facebook, Twitter, Instragram y demás.

Lo llamativo es que ambos textos parecen atribuir, en varios párrafos, una supuesta causalidad (al adolescente le va mejor en matemática, ciencias y lectura porque pasa más tiempo en jueguitos que en Facebook) al mismo tiempo que presentan oraciones del estilo “aunque la investigación no constató que los videos juegos sean la causa del mejor desempeño”.

Es decir, se confiesa y se asume que el estudio no dice nada (en serio, nada) pero también se busca marcar las diferencias entre ambas actividades con especial énfasis en la influencia negativa de las redes sociales.

Siguiendo la guía de la falsa ciencia tenemos que se enciende la alerta de los ítems (3) y (4), esto es, no existe un grupo control y se busca dar seriedad al estudio remarcando la gran cantidad de estudiantes que se observaron (pregunta al respecto: ¿el número 12000 es el que achica la varianza y contribuye a encontrar significatividad en los coeficientes de interés?)

No hay un grupo control porque la diferencia está hecha post estudio. Lo ideal hubiera sido formar dos grupos de estudiantes al azar, a unos exigirles que jueguen video juegos durante tantas horas a la semana y al otro que solo pasen tiempo en redes sociales (con algunos ajustes metodológicos más, claro).

Pero eso no es lo que ocurre: los que juegan a videojuegos eligen hacerlo por sobre las redes sociales y viceversa, por lo que los grupos no son comparables. Es decir, ¿es igual un chico que elige jugar a uno que opta por twittear todo el día? Sobran argumentos para pensar que no, y cuando los individuos que realizan una actividad u otra no son similares ya no tenemos el contra factual necesario para la causalidad.

El artículo de Clarín dice en un pasaje sobre el estudio que “sí encontró una correlación que podría explicarse a partir de las habilidades que los chicos desarrollan al utilizar ciertos juegos online”. Pura cháchara.

No se provee ningún mecanismo en el artículo y se busca dar sentido a los resultados de la correlación según lo que convenga. Si la correlación hubiese dado al revés (los de redes sociales muestran mejor desempeño que los que juegan al LOL o al World of Warcraft) seguramente encontraríamos oraciones del tipo “las redes sociales seguramente sirvan para compartir mayor información y conocimiento lo que genera un mejor desempeño académico”.

¿Qué aprendimos con este estudio? Solo que en un estudio de Australia se encontró una correlación positiva.

Todavía no sabemos que causa a qué: tal vez mejor desempeño y mayor coeficiente intelectual genera que el alumno quiera jugar videojuegos online, o tal vez sea al revés, como lo plantea en algunos pasajes el texto. Tal vez el que pasa tiempo mirando el muro de todos sus contactos es vago, y porque es reacio a las actividades en general también tiene malos resultados.

Tal vez tantas cosas. Y repito: todavía no sabemos nada.

 

 

 

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