Joey, Phoebe, altruismo y donaciones.

¿Existen las acciones desinteresadas? ¿Existe la posibilidad de que un individuo realice una acción que le pueda generar un costo y ningún tipo de beneficio? En la exitosa serie de Warner Bros, Friends, Phoebe Buffay piensa que sí. Joey Tribbiani, nuestro economista insensible que tomó el curso que le faltó al Guasón, que no.


Para Joey los individuos maximizamos funciones de utilidad, por lo que no tendría sentido incurrir en un gesto  benevolente a menos que eso reporte algún tipo de utilidad. Si realizo una acción de bien probablemente tenga algún interés, algo que me reporte bienestar, algo que me genere algo. Si los demás saben que actué bien, me pone feliz ser visto como una buena persona; si la felicidad del otro me alegra, también tengo un componente de bienestar en esa función de utilidad. En esta lógica, el costo debe venir acompañado de un beneficio que lo justifique.

Por otra parte, para Phoebe sí puede existir una acción en la que no exista nada de ello, en la que uno no derive absolutamente nada de ese accionar. Según ella, puede no existir ese algo que me genere algo. Durante todo el capítulo intenta encontrar una acción para demostrarle a Joey que está equivocado, dado que no pudo hasta el momento mencionar ningún contraejemplo: cuando ofreció su vientre para tener los trillizos de su hermano tuvo algún tipo de felicidad (ayudó a su hermano, su hermano la quiere y eso la hace sentirse mejor); si se dejó picar por una abeja, acción que no tiene ningún beneficio para ella, sucedió que la abeja se murió.

Si tuviéramos intenciones de ayudarla probablemente un buen destino sería el de citar una acción que, a simple vista, no se realiza para una satisfacción económica directa, como lo son las donaciones. ¿Por qué la gente dona plata? ¿Por qué algunas personas hacen contribuciones voluntarias para causas que le son, en la mayoría de los casos, ajenas? ¿Podría Phoebe encontrar en ellas un buen ejemplo para mostrarle a Joey que no está en lo cierto?  Veamos.

Algunos autores afirman que la donación es una forma de señalizar un alto ingreso: dono para mostrar que tengo plata para hacerlo (Glazer y Konrad, 1996). También podríamos pensar que uno incurre en ellas cuando se trata de una causa cercana, es decir, no es que las personas que desean donar eligen al azar a qué fundación hacerlo, sino que están influenciadas por las experiencias personales y familiares. Un individuo que tiene en su familia a muchos diabéticos es más probable que desee contribuir a una organización que trate el tema que una persona que ve como ajenos esos problemas.

Por otra parte, Harbaugh (1998) afirma que la actividad tiene dos beneficios: uno interno y otro externo. El primero se refiere a la utilidad que se deriva personalmente de hacer la donación (“qué buena persona que soy, doné a una buena causa, hoy puedo dormir tranquilo”). El segundo, el más interesante, se refiere a una cuestión social: quiero que los demás vean que yo estoy donando. En ambas, hay una utilidad personal. Incluso si yo donara una gran cantidad de dinero de forma anónima y no le dijera a NADIE (ni siquiera a mi hermanito Ciro, bah, hermano ya) estaría teniendo algún tipo de beneficio interno según esta teoría, a menos que odiara la causa, me molestara desprenderme del dinero para ese motivo y me arrepintiera de allí en adelante; caso contrario, si el gesto me generara al menos un mínimo signo de satisfacción, estaría de nuevo en el terreno argumentativo de Joey. Por otra parte, si Ciro se enterara sabría que soy un ser hermoso y yo internalizaría que él sabe que lo soy por lo que habría obtenido una alegría.

En el mismo trabajo el autor cuenta sobre un experimento. Las donaciones de una cierta causa x se hacían públicas de tal manera que periódicamente el nombre de los contribuyentes aparecía en alguna lista. Cuando se revela el monto exacto las donaciones no sufren grandes modificaciones. ¿Pero qué sucede si se publica por categoría? Es decir, categoría A incluye a aquellas personas que mandaron entre 0 y 10 pesos mientras que la B engloba a las que donaron más de 10 y menos de 20, y así. Bajo ese formato las personas donan el mínimo necesario para entrar una categoría, lo que se puede interpretar como un gran interés por querer señalizar y mostrar a los demás mi acción.

Experimentos sobre donaciones abundan, basta con entrar a scholar google y recorrer un par de páginas. Lo que se desprende de ellos es que no son acciones que solo representan costos, sino que tienen por detrás la satisfacción de algún interés de cada donante. Malas noticias para Phoebe.

En la escena final del capítulo Phoebe apuesta a su última posibilidad: llama para donar plata a un evento que detesta, argumentando que esa acción bajo ningún punto de vista le podría dar un beneficio. Lo que sucede es que es el mismo Joey el que registra esa donación (estaba participando de la jornada de recaudación) y que con ese monto que ingresa se quiebra un récord de dinero recolectado, por lo que Joey pasa de ser solo un ayudante del día a ser el protagonista del programa televisivo, lo que le genera a su amiga una inmediata felicidad por haber contribuido al bienestar del actor de Days of our lives.

El inconveniente de la estrategia, como bien afirma uno de los comentarios del video que retrata la escena en Youtube, es que Phoebe está intentando con ese gesto probar que Joey está en lo incorrecto, por lo que tiene un interés y la acción no puede catalogarse como desinteresada.

Finalmente, lo que no termina de cerrar en este artículo no es la visión que plantea sobre un mundo repleto de personas llenas de intereses “egoístas” que no pueden pensar en buenos gestos que no traigan beneficio individual alguno, sino la sugerencia de que Joey tiene razón sobre una reflexión que logró plasmar con certeza desde el inicio, y si recordamos cómo es este personaje en los 240 capítulos de esta serie sabremos que eso es siempre, como mínimo, sospechoso.

Referencias

Glazer, A., & Konrad, K. A. (1996). A signaling explanation for charity. The American Economic Review86(4), 1019-1028.

Harbaugh, W. T. (1998). The prestige motive for making charitable transfers.The American Economic Review88(2), 277-282.

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